El permiso para disfrutar: dinero, renuncia y gratitud

Muchas personas hoy tienen éxito, pero no lo disfrutan. Ganan dinero, pero no lo sienten propio. Lo sabotean, lo esconden, o se lo gastan de formas que no nutren. ¿Por qué?

DISCERNIMIENTOPREGUNTAS QUE TRANSFORMAN

Marcos Comesaña

2 min read

A veces, en el trabajo con personas, emergen temas que abren puertas más profundas de lo que parece a simple vista.

Uno de ellos es el siguiente: hay personas que, cada vez que comparten con alguien de su entorno —especialmente con un padre o una madre— que han hecho algo por puro disfrute (unas vacaciones, una cena, una compra personal…), reciben una crítica más o menos sutil: “Eso es un capricho”, “con lo que cuesta ganar el dinero”, “yo nunca me lo pude permitir”…

Lo curioso es que, en muchos casos, quien lo cuenta ya sabe lo que va a recibir. Y, sin embargo, lo cuenta.

Y ahí surge una pregunta que vale oro:
¿Para qué lo cuentas si ya sabes lo que te van a decir?

La respuesta que surge, casi siempre, tiene que ver con esto:
Todavía estoy buscando el permiso.

Cuando el disfrute no termina de ser pleno

Muchas personas quieren vivir con más ligereza, disfrutar, cuidarse, viajar, darse gustos…
Y pueden hacerlo.
Tienen medios. Tienen libertad.
Pero algo dentro no termina de permitírselo del todo.

No es solo miedo, ni culpa.
Es algo más profundo: una lealtad. Un vínculo invisible con aquellos que renunciaron a todo.

Una historia de renuncia

En muchas familias, especialmente en contextos como el de España, las generaciones anteriores vivieron marcadas por la necesidad, la guerra, la posguerra, la pobreza.

Vivieron para sobrevivir.
Y en ese camino, renunciaron al descanso, al disfrute, a lo personal, a lo elegido.
Todo se subordinaba a lo urgente.

Lo hicieron por amor. Por responsabilidad. Por sentido del deber.
Y gracias a ese esfuerzo, quienes vinieron después tuvieron más oportunidades.

El conflicto entre generaciones

Aquí es donde se instala la tensión:
Quienes vienen después, al vivir con más libertad, pueden parecer a ojos de sus mayores frívolos, derrochadores, o poco agradecidos.

Y quienes quieren vivir distinto, pueden sentir que están siendo egoístas, ingratos o traidores.

Por eso muchas veces el disfrute viene acompañado de culpa.
Y el éxito, de sabotaje.

El permiso que falta

La clave no está en convencer a nadie.
Ni en rebelarse.

La clave está en comprender que, mientras no se reconozca lo que vino antes, y no se dé gracias de corazón por el camino abierto, una parte del alma seguirá esperando permiso.

Y no habrá disfrute pleno.

Honrar sin repetir

Aquí hay un movimiento sanador muy simple:

“Gracias.
Gracias por lo que hicisteis posible.
Lo tomo.
Y desde ahí, me doy permiso para vivir diferente.
No para derrochar, sino para dar sentido a lo recibido.”

Ese gesto —que es interior, no teatral— permite que el dinero, el éxito y el disfrute fluyan sin culpa, sin lucha, sin necesidad de justificación.

Y algo aún más importante: invita a poner parte de lo recibido al servicio de la vida.

Éxito con sentido

Hoy muchas personas tienen éxito, pero no lo disfrutan.
Ganan dinero, pero no lo sienten propio.
O lo gastan de forma compulsiva.
O lo esconden.

La raíz muchas veces no está en el dinero en sí, sino en el vínculo emocional con quienes renunciaron por nosotros.

Cuando se hace ese reconocimiento, el dinero deja de ser conflicto y se convierte en herramienta.
Y el éxito deja de ser una lucha personal, para convertirse en un legado compartido.

Seguiremos explorando…

Este tema lo vamos a desarrollar más en la próxima charla y seminario sobre dinero y éxito.
Porque detrás del dinero, siempre hay una historia.
Y poder verla, reconocerla y transformarla, es el primer paso hacia una vida más plena.